Los niños son seres emocionales, ya dentro del útero materno inician su vida emocional. Cuando nacen y a lo largo de toda su infancia, captan todo principalmente a través del canal de sus emociones.
Así, ante estímulos desagradables como el frío, el hambre, la soledad o un trato brusco sentirán miedo; ante una mirada agradable o un abrazo sentirán amor; ante la despedida del chupete sentirán tristeza; con un grito o castigo sentirán miedo, rabia o culpa; con la llegada de un hermanito sentirán celos, ante muchas normas y límites pueden sentir rabia o frustración, etc.
Todas estas son situaciones que los niños no saben procesar todavía con su mente ya que su razonamiento se está formando. Pero sí son capaces de procesar las emociones y no podemos frenarla o cambiarla por otra, simplemente podemos respetarla y aceptarla para que pueda crecer con la autoestima alta.
Limitar la conducta pero no la emoción
Cuando un niño muerde, pega o empuja a otro niño actuamos otros o para él mismo. Es muy importante también que averigüemos qué emoción ha originado esa conducta y que lo hablemos con él. Puede ser que se haya asustado, que esté enfadado…
Si el niño es muy pequeño, conviene que escuchemos su respuesta a través de los gestos de su cara, de su gesto corporal. Si tiene más de 4 años puede que use el lenguaje para contestarnos. Pero lo más importante no es que nos conteste, sino que mamá o papá “pongamos” palabras a lo que ha sentido y le ha hecho actuar así.
Tras nuestra escucha – con el corazón y la observación -, es importante que le indiquemos de qué formas puede actuar la próxima vez que se sienta celoso, enfado, con vergüenza, etc; sin dañar a nada ni a nadie.
La escucha emocional
La escucha emocional nos ayuda a que el niño se sienta escuchado y comprendido, que conozca los sentimientos que le llevan a actuar de esa manera y sepa de qué forma puede expresar lo que siente.
Así pues no respondamos únicamente a su comportamiento, escuchemos y acojamos también la emoción que la sustenta:
- Describe lo sucedido con “frases espejo”, (sin censurar, reñir, o castigar) ¡veo que le has hecho daño!
- Pregúntale qué le ha pasado, qué ha sentido para actuar así. Ayúdale dándole pistas pues tú conoces más vocabulario y dominas mejor el lenguaje emocional.
- Escucha mirándole a los ojos y reconoce sus sentimientos de forma verbal y no verbal: puedes asentir con la cabeza o decir palabras cortas: vaya, ajá, ya veo, etc.
- Se censura o limita la conducta, nunca las emociones: ya veo te has asustado pero no debes hacer daño a los demás…
- Muéstrale cómo puede expresar sus emociones, sin dañar a nadie, ni a él mismo, ni a nada. Si te sientes asustado lo puedes expresar con palabras, con un grito. Pero nunca mordiendo”.
Archivado en: CÓMO EDUCAR, Desarrollo afectivo y social, Desarrollo afectivo-social, Desarrollo afectivo-social, EL BEBÉ, EL NIÑO 1 A 3, EL NIÑO 3 A 6